Los arrecifes albergan gran parte de la biodiversidad marina. Sin embargo, figuran entre los ecosistemas más afectados por la sobrepesca y la explotación de los fondos marinos. Para intentar restaurar esta biodiversidad devastada, los investigadores están utilizando… perales.
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Los arrecifes, naturales o artificiales, son importantes centros de biodiversidad marina. Al atenuar las corrientes y las olas, constituyen un hábitat estable y rico para cientos de especies. Sin embargo, estas zonas rocosas cercanas a la costa se han vuelto escasas en los últimos siglos, debido a las actividades humanas. A principios del siglo XX, 25.000 km2 de arrecifes de ostras desaparecieron en el sur del Mar del Norte debido a la sobrepesca. Pero además de la sobrepesca de moluscos, el dragado (extracción de sedimentos del lecho marino), la pesca de arrastre de fondo y la minería de aguas profundas destruyen cada año millones de km2 de arrecifes. Mientras que la construcción de diques y presas aumenta la densidad de sustratos duros artificiales a lo largo de la costa, ocurre lo contrario con los sustratos duros naturales. Los depósitos glaciares rocosos, las conchas muertas y los restos de madera que constituían los arrecifes, hogar de una importante biodiversidad marina, se han visto considerablemente reducidos por las actividades de explotación.
Para recuperar esta biodiversidad perdida, los investigadores holandeses están utilizando árboles frutales talados. Sumergidos en el mar, estos árboles son una forma barata y eficaz de recrear los arrecifes y potenciar la diversidad y abundancia de la vida marina local. El estudio, publicado en Frontiers in Marine Science, se llevó a cabo en el Mar de Wadden, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
¿Quién vive en un peral bajo el mar?
En abril de 2022, los investigadores construyeron 32 estructuras piramidales a partir de 192 perales que habían sido talados por considerarse demasiado viejos para la producción. A continuación, los árboles se enraizaron en pies de hormigón y se hundieron unos cuatro metros en el lecho marino, entre las islas holandesas de Texel y Vlieland. «Antes de que el hombre dominara el paisaje con la agricultura, la tala y el control de los ríos, los árboles caían en gran número a los ríos y eran arrastrados al mar», explica Jon Dickson, autor principal del estudio y doctorando del Real Instituto de Investigación Marina de los Países Bajos, «sabemos que esta madera hundida ha estado presente en los ecosistemas marinos desde el Jurásico y que proporciona hábitat, refugio y alimento a los animales marinos».
Seis meses después, se colocaron tres trampas para peces alrededor de los cuatro bloques de arrecifes, así como en lugares de seguimiento cercanos, y se recuperaron 24 horas más tarde. A continuación se contaron, midieron e identificaron todas las especies presentes en las trampas y en los arrecifes, antes de liberarlas en las condiciones adecuadas.