Repoblación: ¿una apuesta arriesgada?
«Estas arboledas no se recuperarán sin restauración», afirma Andrew Bishop, otro ecologista del parque. Sin secuoyas capaces de reproducirse, «cuando haya incendios en el futuro, no habrá póliza de seguros» que garantice el renacimiento de los gigantes. Un diagnóstico que dista mucho de ser universalmente aceptado. Para Chad Hanson, el programa de reforestación es una herejía, porque la naturaleza ya ha hecho su trabajo. En las zonas quemadas, «hay tantos plantones de secuoyas jóvenes que es difícil caminar», argumenta el director de la asociación ecologista John Muir Project, que también es ecologista.
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En su opinión, el NPS se ha limitado a realizar un mal censo y los agentes y mulas encargados de la replantación corren el riesgo de aplastar las secuoyas bebé, que son tan pequeñas que resultan difíciles de ver. «Probablemente matarán muchas más de las que piensan plantar», insiste. Introducir secuoyas jóvenes cultivadas en viveros también aumenta el riesgo de transmitir enfermedades a los árboles adultos, afirma. «Cuando intervienen los humanos, rara vez son muy útiles, incluso cuando dicen que van a serlo», resume el científico, muy reacio a jugar con uno de los ecosistemas más vírgenes del mundo.
Pero para los gestores del parque, esta idea de una naturaleza virgen capaz de cuidar de sí misma está desfasada en la era del cambio climático. Entre las políticas de gestión forestal y nuestra dependencia de los combustibles fósiles, «ya hemos afectado a este espacio natural», replica la Sra. Brigham. «Si no intervenimos, perderemos partes de este bosque.